viernes, 11 de agosto de 2017

¿EL EVANGELIO SEGÚN JESÚS MARTÍN-BARBERO?

UN TEXTO PROFANO 


JUAN CARLOS GARZÓN BARRETO
Profesor de la Universidad Externado de Colombia

En la sesión inaugural del Congreso de la Asociación Internacional de Estudios en Comunicación Social IAMCR-2017, celebrado en Cartagena de Indias, en julio de 2017, tuvo lugar un curioso y desconcertante acto cripto-religioso, en el cual, alguno de sus discípulos consagró a Jesús como patrono de un sector del campo de estudios en comunicación en Colombia.

Estas líneas se han escrito luego de pasar tres largas y temerosas noches de cavilaciones e insomnio, ante los riesgos futuros de arder, por los siglos de los siglos, en las Dantescas e infernales pailas en que, quizá, se consuman de ahora en adelante los iconoclastas, herejes e infieles de la nueva doctrina oficial de las mediaciones comunicacionales.

Otro de los grandes riesgos que entraña advertir y cuestionarse sobre los peligros del anunciado proceso de sacralización de los estudios en comunicación, radica en que, en una buena parte del ámbito de las instituciones de la cultura y los entes de diseño e implementación de la política pública comunicacional, está empíricamente demostrado que, quienes permanecen apaciguados frente a la colonización doctrinal del campo o respecto de la hegemonía de las políticas gubernamentales, tienen una mayor expectativa de vida académica y administrativa.

Incluso, los auténticamente creyentes, gracias a sus espíritus dóciles, terminan gozando de mayor y mejor acceso a la mermelada mediática, comunicativa y mediacional que se representa en el acceso a la oferta de servicios de los reguladores oficiales, el ecosistema comunicacional privado, los medios públicos, y naturalmente, los jugosos recursos públicos en los sectores de la cultura y de las tecnologías de la información, la televisión y las comunicaciones.

Así, lo público que desde el discurso del interés general se invoca como común, finalmente, acaba en las manos privadas, giratorias y sectarias del ningún. No se sabe aún si tener la marca de Galileo Galilei, en el análisis de los medios y las mediaciones, se convertirá en un motivo adicional para no tener derecho a conocer la tierra prometida.

Ciertamente, casi a las puertas del Palacio de la Inquisición de Cartagena de Indias, se ha tomado la decisión de ejercer el derecho a disentir como hombres libres, por cuanto, los asistentes no creyentes que presenciaron la ceremonia inaugural del IAMCR-2017, no fueron previamente advertidos del carácter solemne de los ritos de iniciación desplegados por el oferente.

En consecuencia, se opinará con absoluta independencia, pues, finalmente, como gritaban hace algún tiempo los simpatizantes de los promotores de la cultura ciudadana: “A mí no me pagaron, Yo vine porque quise”. 

Por lo demás, no hay lío, el ADN de los hombres del Coronel Aureliano Buendía, incluso, les induce a cavar trincheras cuando se ofrece defender los derechos de las minorías religiosas, sexuales, académicas, políticas, sindicales, étnicas y culturales, etc.  Sin duda alguna, no tendrán inconveniente en batallar por los legítimos derechos del nuevo culto académico anunciado.

Lo verdaderamente complejo de este asunto, radica en que, hasta ahora, los habitantes de la comarca venían considerando, en forma pacífica y tranquila que, con la Sentencia C-350 de 1994, se había declarado inconstitucional y para siempre, la consagración de Macondo al Sagrado Corazón de Jesús, no por razones excluyentes y antirreligiosas que la obra del propio Jesús Martín-Barbero reprueba a la génesis y desarrollo del Estado colombiano, sino por la imperiosa y democrática necesidad de instaurar un Estado Laico.

Para que no quede duda, se podrá recordar que la dicha sentencia C-350 de 1994 señaló que: “Un Estado que se define como ontológicamente pluralista en materia religiosa y que además reconoce la igualdad entre todas las religiones no puede al mismo tiempo consagrar una religión oficial o establecer la preeminencia jurídica de ciertos credos religiosos. Es por consiguiente un Estado laico. Admitir otra interpretación sería incurrir en una contradicción lógica”.

En efecto, en medio de un sentido y muy merecido homenaje al autor de la obra emancipadora: “De los medios a las mediaciones”, el discípulo oferente del acto, reconoció a Jesús Martín-Barbero, llamándole: “Nuestro Padre Fundador”.

En una encomiable pieza histriónica, y ante un selecto grupo de investigadores nacionales e internacionales de la comunicación, el oferente, además, declaró la existencia de: “El evangelio según Jesús Martín-Barbero”.

Con dicha proclamación, el discípulo oferente, según su muy personal, particular y legítima visión del mundo, hace oficial la concreción del proceso de jesusmartinbarberización de la comunicación en Colombia como un acto de fe.

Ciertamente, resulta curiosa esta suerte de declaratoria de sacramentalización de la comunicación académica, pues, los hombres y las mujeres que históricamente han hecho filas en las tropas rebeldes del Coronel Aureliano Buendía, aguardan formas más profundas de separación entre las iglesias y el Estado, a efectos de que los clérigos del viejo país no vuelvan a tener el monopolio de orientación de los procesos educativos, ni a establecer las rejillas de apropiación para seleccionar los textos que se pueden utilizar en los procesos de formación.

Más por razones de contrastación de las fuentes que por desconfianza personal en lo sagrado, las huestes rebeldes del Coronel Aureliano Buendía, andan sedientas de la esperada aparición de los textos que contienen el evangelio según Judas Iscariote. Por cuanto, son conscientes que, en una sociedad académica democrática, siempre será bueno y sano escuchar la versión de Judas Iscariote para no omitir el deber de darle garantías a la contraparte.

Sin duda, las fuerzas académicas rebeldes están ávidas de escuchar la declaración libre y espontánea del señor lobo, al cual, reiterada y sistemáticamente, acusan del presunto abuso de la Caperuza, sin el más mínimo respeto por la presunción de inocencia, ni las demás garantías propias del debido proceso.

En todo este asunto, se desconoce abiertamente, si el guion del performance desarrollado por el discípulo que anunció la aparición del jesusmartinbarberismo como un nuevo credo comunicacional, corresponde a la realidad -en el fondo del alma- soñada y querida, o simplemente es el producto de los efectos alucinógenos de la magia del Caribe, la cual gobierna las más recónditas posibilidades creativas del realismo mágico.

Por el bien de la obra monumental del profesor Jesús Martín-Barbero, sería deseable pensar que la consagración cripto-religiosa declarada solo obedeció a otra mala pasada de las llamadas fake news. Lo anterior, considerando que, se desconoce con certeza si el Profesor Jesús Martín-Barbero ha autorizado estos nuevos usos cripto-religiosos de su obra académica. De ser cierto, esto sería una barberidad, pues la obra de Martín-Barbero no parece estar diseñada para abordarse como objeto de culto y creencia, sino como una cartografía liberadora para aprender a contar más allá de los medios.

El pensamiento único, elevado a la categoría de culto académico, es tan nocivo como el cóctel de política y religión en que se incuba y propaga el virus inculto, excluyente y antidemocrático de la ideología del degenero que niega los derechos de las minorías.  

Siempre será deseable un espacio para que el pensamiento crítico siga reivindicando la necesidad de democratizar las comunicaciones en el país, mediante un pacto estructural entre el mercado, el Estado, los comunicadores, los académicos del campo de la comunicación, los medios, y la nación con sus diversas ciudadanías. El asunto de la relación entre las comunicaciones y los poderes políticos y económicos no puede seguir siendo un tema innombrable en la democracia.  

El debate sobre el reordenamiento estructural de las comunicaciones en Colombia no es un tema pacífico ni taquillero para los analistas de medios pero es un asunto urgente y estratégico para construir una paz estable y duradera. 

De allí que, de no aclararse el asunto de la presunta sacralización del campo de estudios en comunicación, la situación resultará muy problemática, pues en el futuro los lectores emancipados e independientes tendrán mucha dificultad para abordar la obra de Jesús Martín-Barbero, e interactuar en democracia con quienes se reconozcan como parte del nuevo rebaño académico; al no poder saber, a ciencia cierta, por dónde cruza la línea roja que traza los linderos entre lo sagrado y lo profano, en el estudio de las escrituras que dan cuenta de los medios y las mediaciones.  

Mientras se aclara la noticia del presunto nacimiento del “Evangelio según Jesús Martín-Barbero”, los demás ciudadanos, incluidos los hombres de Aureliano Buendía, no tendrán otra alternativa que respetar el nuevo credo religioso y guardar prudente distancia epistemológica y verbal frente a sus doctrinas oficiales.   

El riesgo más grave de cruzar las líneas rojas del nuevo credo académico, radica en que, en el Macondo contemporáneo, las normas penales castigan muy severamente los delitos contra el sentimiento religioso, entre otras conductas, aquellas que puedan llegar a afectar o agraviar la celebración de las ceremonias, los símbolos, los objetos de culto o la investidura sagrada de sus miembros.

Por todo ello, con la mayor consideración y respeto por los objetos de culto, se pregunta, una vez más: ¿Es cierto que ha nacido el Evangelio según Jesús Martín-Barbero? 

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