UN TEXTO PROFANO
JUAN CARLOS GARZÓN BARRETO
Profesor de la Universidad Externado de Colombia
En la sesión inaugural del Congreso de la
Asociación Internacional de Estudios en Comunicación Social IAMCR-2017, celebrado
en Cartagena de Indias, en julio de 2017, tuvo lugar un curioso y
desconcertante acto cripto-religioso, en el cual, alguno de sus discípulos consagró
a Jesús como patrono de un sector del campo de estudios en comunicación en
Colombia.
Estas líneas se han escrito luego de pasar tres
largas y temerosas noches de cavilaciones e insomnio, ante los riesgos futuros
de arder, por los siglos de los siglos, en las Dantescas e infernales pailas en
que, quizá, se consuman de ahora en adelante los iconoclastas, herejes e
infieles de la nueva doctrina oficial de las mediaciones comunicacionales.
Otro de los grandes riesgos que entraña
advertir y cuestionarse sobre los peligros del anunciado proceso de
sacralización de los estudios en comunicación, radica en que, en una buena
parte del ámbito de las instituciones de la cultura y los entes de diseño e
implementación de la política pública comunicacional, está empíricamente
demostrado que, quienes permanecen apaciguados frente a la colonización
doctrinal del campo o respecto de la hegemonía de las políticas gubernamentales,
tienen una mayor expectativa de vida académica y administrativa.
Incluso, los auténticamente creyentes, gracias
a sus espíritus dóciles, terminan gozando de mayor y mejor acceso a la mermelada
mediática, comunicativa y mediacional que se representa en el acceso a la
oferta de servicios de los reguladores oficiales, el ecosistema comunicacional
privado, los medios públicos, y naturalmente, los jugosos recursos públicos en
los sectores de la cultura y de las tecnologías de la información, la televisión
y las comunicaciones.
Así, lo público que desde el discurso del
interés general se invoca como común,
finalmente, acaba en las manos privadas, giratorias y sectarias del ningún. No se sabe aún si tener la marca
de Galileo Galilei, en el análisis de los medios y las mediaciones, se
convertirá en un motivo adicional para no tener derecho a conocer la tierra
prometida.
Ciertamente, casi a las puertas del Palacio de
la Inquisición de Cartagena de Indias, se ha tomado la decisión de ejercer el
derecho a disentir como hombres libres, por cuanto, los asistentes no creyentes
que presenciaron la ceremonia inaugural del IAMCR-2017, no fueron previamente
advertidos del carácter solemne de los ritos de iniciación desplegados por el
oferente.
En consecuencia, se opinará con absoluta
independencia, pues, finalmente, como gritaban hace algún tiempo los simpatizantes de los promotores de la cultura ciudadana: “A mí no me pagaron, Yo
vine porque quise”.
Por lo demás, no hay lío, el ADN de los hombres del Coronel Aureliano Buendía, incluso, les induce a cavar trincheras cuando se ofrece defender los derechos de las minorías religiosas, sexuales, académicas, políticas, sindicales, étnicas y culturales, etc. Sin duda alguna, no tendrán inconveniente en batallar por los legítimos derechos del nuevo culto académico anunciado.
Lo verdaderamente complejo de este asunto, radica en que, hasta ahora, los habitantes de la comarca venían considerando, en forma pacífica y tranquila que, con la Sentencia C-350 de 1994, se había declarado inconstitucional y para siempre, la consagración de Macondo al Sagrado Corazón de Jesús, no por razones excluyentes y antirreligiosas que la obra del propio Jesús Martín-Barbero reprueba a la génesis y desarrollo del Estado colombiano, sino por la imperiosa y democrática necesidad de instaurar un Estado Laico.
Para que no quede duda, se podrá recordar que la
dicha sentencia C-350 de 1994 señaló que: “Un Estado que se define como
ontológicamente pluralista en materia religiosa y que además reconoce la
igualdad entre todas las religiones no puede al mismo tiempo consagrar una
religión oficial o establecer la preeminencia jurídica de ciertos credos
religiosos. Es por consiguiente un Estado laico. Admitir otra interpretación
sería incurrir en una contradicción lógica”.
En efecto, en medio de un sentido y muy
merecido homenaje al autor de la obra emancipadora: “De los medios a las mediaciones”, el discípulo oferente del acto, reconoció a Jesús Martín-Barbero, llamándole: “Nuestro
Padre Fundador”.
En una encomiable pieza histriónica, y ante un
selecto grupo de investigadores nacionales e internacionales de la
comunicación, el oferente, además, declaró la existencia de: “El evangelio según Jesús
Martín-Barbero”.
Con dicha proclamación, el discípulo oferente,
según su muy personal, particular y legítima visión del mundo, hace oficial la
concreción del proceso de jesusmartinbarberización de la
comunicación en Colombia como un acto de fe.
Ciertamente, resulta curiosa esta suerte de declaratoria
de sacramentalización de la comunicación académica, pues, los hombres y las
mujeres que históricamente han hecho filas en las tropas rebeldes del Coronel
Aureliano Buendía, aguardan formas más profundas de separación entre las
iglesias y el Estado, a efectos de que los clérigos del viejo país no vuelvan a
tener el monopolio de orientación de los procesos educativos, ni a establecer las
rejillas de apropiación para seleccionar los textos que se pueden utilizar en
los procesos de formación.
Más por razones de contrastación de las fuentes
que por desconfianza personal en lo sagrado, las huestes rebeldes del Coronel
Aureliano Buendía, andan sedientas de la esperada aparición de los textos que
contienen el evangelio según Judas Iscariote. Por cuanto, son conscientes que,
en una sociedad académica democrática, siempre será bueno y sano escuchar la
versión de Judas Iscariote para no omitir el deber de darle garantías a la
contraparte.
Sin duda, las fuerzas académicas rebeldes están
ávidas de escuchar la declaración libre y espontánea del señor lobo, al cual,
reiterada y sistemáticamente, acusan del presunto abuso de la Caperuza, sin el
más mínimo respeto por la presunción de inocencia, ni las demás garantías propias
del debido proceso.
En todo este asunto, se desconoce abiertamente,
si el guion del performance desarrollado por el discípulo que anunció la
aparición del jesusmartinbarberismo como un nuevo credo comunicacional,
corresponde a la realidad -en el fondo del alma- soñada y querida, o
simplemente es el producto de los efectos alucinógenos de la magia del Caribe,
la cual gobierna las más recónditas posibilidades creativas del realismo
mágico.
Por el bien de la obra monumental del profesor
Jesús Martín-Barbero, sería deseable pensar que la consagración cripto-religiosa
declarada solo obedeció a otra mala pasada de las llamadas fake news. Lo
anterior, considerando que, se desconoce con certeza si el Profesor Jesús
Martín-Barbero ha autorizado estos nuevos usos cripto-religiosos de su obra
académica. De ser cierto, esto sería una barberidad, pues la obra de
Martín-Barbero no parece estar diseñada para abordarse como objeto de culto y creencia,
sino como una cartografía liberadora para aprender a contar más allá de los
medios.
El pensamiento único, elevado a la categoría de
culto académico, es tan nocivo como el cóctel de política y religión en que se
incuba y propaga el virus inculto, excluyente y antidemocrático de la ideología
del degenero que niega los derechos de las minorías.
Siempre será deseable un espacio para que el pensamiento crítico siga reivindicando la necesidad de democratizar las comunicaciones en el país, mediante un pacto estructural entre el mercado, el Estado, los comunicadores, los académicos del campo de la comunicación, los medios, y la nación con sus diversas ciudadanías. El asunto de la relación entre las comunicaciones y los poderes políticos y económicos no puede seguir siendo un tema innombrable en la democracia.
El debate sobre el reordenamiento estructural de las comunicaciones en Colombia no es un tema pacífico ni taquillero para los analistas de medios pero es un asunto urgente y estratégico para construir una paz estable y duradera.
Siempre será deseable un espacio para que el pensamiento crítico siga reivindicando la necesidad de democratizar las comunicaciones en el país, mediante un pacto estructural entre el mercado, el Estado, los comunicadores, los académicos del campo de la comunicación, los medios, y la nación con sus diversas ciudadanías. El asunto de la relación entre las comunicaciones y los poderes políticos y económicos no puede seguir siendo un tema innombrable en la democracia.
El debate sobre el reordenamiento estructural de las comunicaciones en Colombia no es un tema pacífico ni taquillero para los analistas de medios pero es un asunto urgente y estratégico para construir una paz estable y duradera.
De allí que, de no aclararse el asunto de la presunta sacralización del campo de estudios en comunicación, la situación resultará muy
problemática, pues en el futuro los lectores emancipados e independientes
tendrán mucha dificultad para abordar la obra de Jesús Martín-Barbero, e interactuar
en democracia con quienes se reconozcan como parte del nuevo rebaño académico;
al no poder saber, a ciencia cierta, por dónde cruza la línea roja que traza
los linderos entre lo sagrado y lo profano, en el estudio de las escrituras que
dan cuenta de los medios y las mediaciones.
Mientras se aclara la noticia del presunto
nacimiento del “Evangelio según Jesús Martín-Barbero”, los demás ciudadanos,
incluidos los hombres de Aureliano Buendía, no tendrán otra alternativa que
respetar el nuevo credo religioso y guardar prudente distancia epistemológica y
verbal frente a sus doctrinas oficiales.
El riesgo más grave de cruzar las líneas rojas
del nuevo credo académico, radica en que, en el Macondo contemporáneo, las
normas penales castigan muy severamente los delitos contra el sentimiento
religioso, entre otras conductas, aquellas que puedan llegar a afectar o
agraviar la celebración de las ceremonias, los símbolos, los objetos de culto o
la investidura sagrada de sus miembros.
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